Santiago 1:23–24

23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Santiago 1:23–24
Cuando te miras en un espejo, te muestra algo. A veces ves algo que otros estaban viendo, pero tú no eras consciente de ello.
Por ejemplo, tal vez tenga un hilo de queso colgando de su labio de la tortilla que comió esa mañana. No es de extrañar que todos te sonrieran y miraran hacia otro lado. Estabas pensando: “¡Debo lucir bien hoy!” Pero tenías queso colgando de tu cara. El espejo te mostró el problema e hiciste la corrección necesaria.
De la misma manera, cuando leemos la Biblia, nos transforma. El salmista David escribió: “Las instrucciones del Señor son perfectas, que reaniman el alma. Los decretos del Señor son dignos de confianza, haciendo sabio al simple” (Salmo 19:7 NTV). La Palabra de Dios transforma la forma de pensar y la forma de vivir. Nos cambia.
Pero esto es lo que debemos recordar. No es suficiente simplemente leer la Biblia. Debemos hacer lo que dice la Biblia.
Santiago 1:22–25 nos dice: “Pero no se limite a escuchar la palabra de Dios. Debes hacer lo que dice. De lo contrario, solo os estáis engañando a vosotros mismos. Porque si escuchas la palabra y no obedeces, es como mirarte la cara en un espejo. Te ves a ti mismo, te alejas y olvidas cómo te ves. Pero si miras atentamente la ley perfecta que te hace libre, y haces lo que dice y no olvidas lo que escuchaste, entonces Dios te bendecirá por hacerlo” (NTV).
¿Tienes algún versículo de la Biblia memorizado? Tenemos tanta información en nuestro cerebro que hemos memorizado, desde líneas de películas hasta letras de canciones. Pero esas cosas no pueden sostenernos cuando enfrentamos adversidades en la vida. Ciertamente, podemos hacer espacio en nuestras mentes para la Palabra de Dios.
La Biblia es la Palabra de Dios para nosotros, y debemos obedecerla y atesorarla.
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